La transición energética se presenta como una oportunidad para fomentar la actividad industrial y, al mismo tiempo, reforzar la autonomía estratégica europea. A lo largo del continente, la industria está adaptando sus instalaciones y construyendo nuevas plantas para fabricar productos y materiales de baja huella de carbono, con inversiones que tendrán un efector tractor sobre otros ámbitos de la economía.
Además, la transformación de la industria permitirá preservar el empleo en un sector que destaca por generar trabajo de calidad, con puestos de mayor cualificación, más estables y, sobre todo, mejor pagados. En España, 2,1 millones de personas trabajan en este sector, con una remuneración que duplica la media del sector servicios, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).